LA PREDICACIÓN MÁS GLORIOSA
“EL EJEMPLO”
Salvador Cortés Pedraza
Tito 2:2 Pero tú habla lo que está de acuerdo con la sana doctrina.
Esta es la clave: debemos
enseñar (lo que está de acuerdo) con la sana doctrina. No nos está diciendo
Pablo que nos sujetemos a la letra, como muchos dan a entender, sino al
fundamento, que es mucho más extensivo que la misma letra. Por eso la Palabra
de Dios nos dice (lo que está de acuerdo) Se nos presenta un maravilloso campo
donde podemos hacer que la Palabra de Dios fluya como el glorioso manantial de
sabiduría que es.
Santiago 2:18 Pero
alguno dirá: «Tú tienes fe y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras y yo
te mostraré mi fe por mis obras.»
¿Cómo podremos predicar la
sana doctrina, si no entendemos qué son las obras? Las obras pueden ser de tres
clases:
1.
Buenas
2.
Malas
3.
Regulares
o coyunturales.
1 Las obras buenas, muestran la benignidad de
la persona y estas pueden edificar y honrar a nuestra familia, amigos, nación o
pueblo. Pero por encima de todo, debemos honrar a Dios con ellas. Son buenas,
estas obras, porque a cada uno de ellos
les añade bien. Pero los hijos de Dios debemos saber que toda obra
aparentemente buena, puede que no sea todo lo buena que debiera o que nos parezca.
Por eso todos debemos hacerlo buscando de antemano la bendición de Dios. Esto
no significa dejarse aconsejar por esta u otra persona que creamos capacitada,
sino que debemos hacerlo contrastando con la Palabra lo que vamos a hacer; no lo que hicimos, sino
lo que haremos. Las buenas obras para el cristiano no deben referirse a acciones
puntuales, sino a un criterio, a una cualidad, una actitud perpetua. Una obra
buena con otras malas se convierte en mala, por eso el pecado, que es la mala
obra todo lo pudre y corrompe. Ya sabéis mis hermanos; ayudar a una persona en
un momento determinado o a ti mismo, es bueno si es algo que lo haces siempre
porque tu disposición es para hacer el bien en todo momento. Ya hemos hablado
de las obras buenas y de las malas por ende. Ahora hablemos de las regulares o
coyunturales:
De
estas, aunque ya las hemos incluido en lo anterior, debemos hablar con
detenimiento. Estas son las obras que a más gente lleva a la condenación. Estas
obras, para muchos, sirven de justificación. Ellas también facilitan el
gloriarse ante los demás. Pero lo más peligroso es, que nos crea una situación placentera
del deber cumplido. Por lo general, así proceden los muertos en sus pecados.
Santiago 2:26 Así como
el cuerpo sin espíritu está muerto, también la fe sin obras, está muerta.
Se ha perdido mucho tiempo
discutiendo sobre las obras y muchos ni quieren oír hablar del tema, pero es
necesario hablarlo, porque, yo tengo para mí, que realmente no entendemos muy
bien este concepto de las obras. Nuestro cerebro piensa y, nuestros
pensamientos, pueden quedarse parados y encerrados en nuestro cerebro, o, ser
transformados por nosotros mismos en obras; estas son hechos. Pero tanto los
que quedan en nuestro cerebro, como los que se convierten en obras, pueden ser
pecados. Sabemos que los pecados son motivados de dos maneras diferentes de
actuar: por acción o por omisión.
Santiago 4:17 El que sabe hacer
lo bueno y no lo hace, comete pecado.
Por acción ya sabemos por qué:
hemos hecho el mal
Por omisión también lo
sabemos: pudimos hacer el bien y no lo hicimos.
Algunos psicólogos y otros
estudiosos del comportamiento humano, declaran que, la noción de pecado, es coactiva
y por tanto limitante al desarrollo de la personalidad; pero olvidan, que dicha
noción, desde el principio ya estaba introducida en el gen humano. Solo bastaría
un cambio de nombre: Pecado= Mal o maldad. Porque es solamente eso el pecado y
también, dolor, sufrimiento, carga, desesperanza, soledad, aflicción, odio,
etc.
Imaginemos que la vida es un
castillo de piezas que vamos construyendo. Las piezas han de ser de calidad (buena)
y vamos edificando nuestras vidas con decisión y gozo, porque lo creemos un
deber, y, de pronto colocamos una pieza defectuosa. El castillo se nos cae a
plomo y se crea un caos difícil de reconstruir. Pensemos que muchas piezas se
han roto por causa de la pieza mala que hemos puesto.
Muchos se toman a broma esto
del pecado. Pero la vida nos la ha dado Dios y a nosotros nos ha capacitado o
nos puede capacitar para que la vayamos edificando de manera que no la destruyamos.
No es Dios el que destruye nuestra vida, sino nosotros mismos.
Hermanos, la gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vuestro
espíritu. Amén
Domingo, tres de marzo, del
2019
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