EL DIAMANTE
Salvador Cortés
Pedraza
Uno de los minerales más
valorados es el diamante. Pero quizás pocas personas hayan llegado a un
razonamiento exacto del porqué de una valoración tan extraordinaria sobre algo
que en definitiva es una simple piedra, con un valor coyuntural y aún así no
del todo comprendido.
Lo primero que se me ocurre para
poder hablar del diamante es conocerlo y eso vamos a hacer.
Lo primero que hay que hacer para adquirir conocimiento es preguntarse. La
persona que se hace pocas preguntas es poco sabia, porque la vida se compone de
preguntas y respuestas. Así pues, nos vamos a preguntar: ¿Qué es el diamante?
Respuesta:
Carbono
puro cristalizado en el sistema cúbico
El
más duro de todos los cuerpos,
Generalmente
incoloro;
Es
la más preciada de las piedras preciosas
Y
posee gran brillo una vez tallada.
Lo utilizan los vidrieros
para cortar el cristal.
La primera información que
obtenemos es que se trata de algo puro. Aquí ya podemos concluir que la pureza
tiene mucho que ver con la excelencia. Lo puro cristaliza; adquiere fragilidad
a la luz y a la vista y para ello lo hace en el sistema cúbico, es decir
presentando aristas y caras donde la luz es reflejada.
Con todo, el diamante es un gran
necesitado. Necesita acción, luz y ojo
para ser un verdadero diamante. A pesar de ser el más duro de los cuerpos,
necesita de todos para llegar a ser lo que vino a ser; como cualquiera de
nosotros.
Por lo general, lo verdaderamente
duro, debe ser incoloro; entiéndase; porque el color hiere sensibilidades y la
dureza se mide en razón a la fuerza que sobre algo se ejerce. La razón y la
verdad, hermanas ellas, carecen de color de manera que vienen a ser las dos más
brillantes lumbreras de toda la creación.
Ella y el diamante producen un
brillo tan extraordinario que son tenidos como los más preciosos brillos que
existen. Pero no olvidemos que su brillo lo disfrutamos una vez tallados. Es
necesaria la acción, para que el diamante, la razón y la verdad brillen. ¿A
quién compete este trabajo? A las personas que estén interesadas en su brillo.
Quizás esa sea la razón por la
que en este mundo brillan tan pocos
diamante, la razón y la verdad. ¡Cuántos diamantes permanecen enterrados
bajo capas de incomprensión esperando ser buscados, tallados y expuestos a la
luz y la mirada!
Y, fíjense, resulta que algo tan
maravilloso como el diamante es usado para cortar algo tan frágil como el
cristal, y el mismo uso se le da a la
razón y a la verdad.
Debemos convenir que la
fragilidad no siempre es ternura y comprensión, sino que ponemos en el mismo
lugar la contumacia o testarudez, para
que sobre ellas pueda hacer su labor la razón y la verdad.
El diamante, la razón y la
verdad, siempre están escondidos por diferentes capas que es preciso apartar.
Se hace necesaria la búsqueda. Luego, tallarlos y por fin podremos disfrutar de
sus brillos. Quizás debajo de nuestra propia piel haya algún diamante, alguna
razón o alguna verdad dándonos gritos. SOLO SI NOS DEJAMOS PULIR POR EL SEÑOR PODREMOS BRILLAR EN ESTE MUNDO.
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