LA CONVICCIÓN ES OBRA DEL ESPÍRITU SANTO
Mateo 16:17
Salvador Cortés Pedraza
Algunos creyentes tienen la errónea costumbre de
decirse ellos mismos los que convierten a las personas. Y muchas veces, aunque
no lo digamos, podemos tener esa percepción interior de creernos los que
convertimos a muchos. Pero la conversión real solo es obra del Espíritu Santo.
No debemos olvidar, sin embargo, que sí podemos ser tropiezo a dicha conversión.
Por tanto debemos estar siempre actuando con cautela para hacerlo todo con el
fundamento de Cristo. La confesión de Pedro fue revelada únicamente por Dios.
Dios es el único que puede convencer el alma de un hombre y para comenzar a
andar en el camino de la salvación la convicción es primordial. La convicción
puede conducir al hombre a confiar personalmente en Cristo como Hijo de Dios.
Nosotros, los siervos del Señor, debemos enseñar y mostrar a Cristo tal y como
Cristo se nos presenta en las Santas Escrituras. Y claro que se nos tiene que
ver a nosotros como perfectos atalayas, pero nuestro propio brillo no seducirá
a nadie para vida eterna; nosotros solo podemos seducir por un tiempo, por eso,
es a Cristo a quien debemos mostrar. En Cristo puede el hombre llegar a confiar
para la eternidad.
¿Qué somos nosotros? Solo carne y sangre, por eso no
podemos convencer a nadie a confiar en Cristo.
Juan 1:12—13. Mas a todos los que le recibieron, a
los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; 13
los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de
voluntad de varón, sino de Dios.
Por muy elocuentes, cariñosos, carismáticos amistosos
que seamos, no podemos convencer a nadie con poder regenerador. Es primordial
la regeneración y esta solo es posible si confiamos en Cristo. Podemos decir,
que es el hecho de confiar en Cristo, el que nos lleva a la regeneración, que
no es otra cosa que la acción potente del Espíritu Santo.
Juan 16: 8—11. Y cuando él
venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. 9 De pecado, por
cuanto no creen en mí; 10 de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis
más; 11 y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado.
Algunos encuentran en este texto una afirmación de
Cristo que es considerada contradictoria. “Ya no me veréis más”. Sin embargo la
venida de Cristo es anunciada en muchos textos constituyendo nuestra esperanza.
¿Cómo se explica esto? Pues bien. Cristo es conocido en la tierra incluso por
los que no creen de una manera que ya no le vamos a ver más, ni siquiera en cuanto
a su aspecto y es por eso que Él ya nos avisa acerca del aspecto que tendrá
cuando vuelva. Es así como los creyentes debemos recordarlo; con todo poder y
gloria, para no caer en la tentación de sentir lástima, compasión y pena por
Él. Cuando Cristo vuelva solo los hijos de Dios le reconocerán. Sabemos que
muchos habrán ido en pos de cristos falsos que aparecerán sobre la tierra. Pero
los hijos de Dios no seremos engañados, sino aquellos que no confiaron en el
Cristo verdadero.
Sabemos que el hombre natural, el que no ha sido
regenerado por la acción del Espíritu Santo, no puede recibir las cosas del
Espíritu de Dios. Él oye, pero no cree, discierne, pero teme perder, no es
capaz de valorar las ganancias, porque su vista está enfocada a lo material, a lo
terrenal y es preciso ver en lo celestial. El Espíritu Santo limpia nuestros
ojos y nos permite ver las pérdidas y las ganancias reales. Es entonces cuando
nos entregamos a ser regenerados.
1 Corintios
2:12—14. Y nosotros no hemos recibido
el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos
lo que Dios nos ha concedido, 13 lo cual también hablamos, no con palabras
enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando
lo espiritual a lo espiritual. 14 Pero el hombre natural no percibe las cosas
que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede
entender, porque se han de discernir espiritualmente.
Cristo es del cielo y de Dios; es celestial. Dios es
Espíritu y quienes les adoran tienen que adorarle en espíritu y en verdad. ¿Qué
es adorar en espíritu? Cuando adoramos imágenes de escayola, metal, madera,
oro, plata o cualquier otro material
estamos adorando la materia terrenal. Sin entrar en la prohibición de Dios
explícita sobre la adoración a las imágenes, esto no puede ser una adoración
espiritual, sino terrenal; es adoración de la carne a la materia. Tampoco puede
ser adoración en verdad, porque no es verdad lo que se adora, es materia
muerta. La verdadera adoración es llevada a cabo por el espíritu del hombre
regenerado al Espíritu de Dios que es la Verdad.
Juan 4:23—24. Mas la hora viene, y ahora es, cuando
los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque
también el Padre tales adoradores busca que le adoren. 24 Dios es Espíritu; y
los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.
El hombre no puede conocer a Dios de manera personal
mediante sabiduría natural o estudios. Esto no puede estar más claro; el hombre
no puede recrearse así mismo. Si necesita nacer de nuevo, es decir,
regenerarse, necesita ser recreado por Alguien ajeno a él mismo. Debe ser
recreado por Dios. Sí, mis hermanos, cuando anhelamos ver las virtudes de Dios,
es cuando las vemos y recibimos la benignidad de Dios en todos sus aspectos y
nos entregamos a ser regenerados.
Muchos hombres pretenden vivificarse así mismos, pero
no pueden si Dios no media. Quizás puedan colocarse en una situación de sensaciones emocionantes, pero se les
pasará y quedarán en peor situación que antes. Sin embargo cuando una persona
es regenerada por el Espíritu Santo su gozo es perdurable y eterno.
Nadie os engañe: el hombre no puede ni vivificarse ni
regenerarse ni redimirse ni infundirse vida eterna; solo Dios tiene ese poder.
Pero sabed que la regeneración no se basa en cambiar algunas cosas en nuestra
vida, sino darlo todo por basura y agarrarse fuertemente al consejo de Dios
ansiando con todo el corazón convertirnos en sal de la tierra y luz del mundo,
como es el deseo de nuestro Señor Jesucristo.
Efesios 2:8—9. Porque por gracia sois salvos por
medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; 9 no por obras,
para que nadie se gloríe.
Tito 3: 4—7. Pero
cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los
hombres, 5 nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho,
sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la
renovación en el Espíritu Santo, 6 el cual derramó en nosotros abundantemente
por Jesucristo nuestro Salvador, 7 para que justificados por su gracia,
viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna.
El hombre natural, es decir, el que nada apartado de
Dios, ha sido apartado de lo espiritual y lo ha apartado su orgullo, su poder,
su fama, su riqueza y gloria. Al hombre le ha ayudado a apartarse de Dios los
prejuicios de la educación imperantes, la filosofía del humanismo, las
limitaciones de la metodología
científica, y los resultados materialistas de la tecnología. También
ejerce en él la fuerza de la incredulidad, la falta de valor para oponerse a la
multitud que le hace disponer su ego y sus posesiones a la multitud enloquecida en vez de a Cristo.
El hombre natural se deja dominar por la carne, la lujuria de los ojos, la
estimulación del contacto, las sensaciones de experimentos nuevos y la
consumación del placer. Son los engaños de Satanás que, conociendo los deseos
del corazón natural les muestra lo malo endulzado de tal manera que sea visto
bueno.
El corazón natural necesita
buscar a Dios en la persona de Cristo, su Hijo, porque…
1 Juan 5:1. Todo aquel que
cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios; y todo aquel que ama al que
engendró, ama también al que ha sido engendrado por él.
Que
la gracia del Señor Jesucristo sea con todos nosotros
18
de febrero del 2018
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