JESÚS
VICTORIOSO EN TODO
Mateo
4. 1—11
Salvador
Cortés Pedraza
1 Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto
para ser tentado por el diablo. 2 Después de haber ayunado cuarenta días y
cuarenta noches, sintió hambre. 3 Se le acercó el tentador y le dijo:
—Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en
pan.
4 Él respondió y dijo:
—Escrito está: “No sólo de pan vivirá el hombre, sino de
toda palabra que sale de la boca de Dios.”
5 Entonces el diablo lo llevó a la santa ciudad, lo
puso sobre el pináculo del Templo 6 y le dijo:
—Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, pues escrito está: “A
sus ángeles mandará acerca de ti”, y “En sus manos te sostendrán, para que no
tropieces con tu pie en piedra.”
7 Jesús le dijo:
—Escrito está también: “No tentarás al Señor tu Dios.”
8 Otra vez lo llevó el diablo a un monte muy alto y le
mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, 9 y le dijo: —Todo
esto te daré, si postrado me adoras.
10 Entonces Jesús le dijo: —Vete, Satanás, porque
escrito está: “Al Señor tu Dios adorarás y sólo a él servirás.”
11 El diablo entonces lo dejó, y vinieron ángeles y lo servían.
COMENTARIO
Jesús fue tentado, pero ¿cuándo? Es muy interesante
observar que Jesús fue tentado un poco después de bautizarse y justamente antes
de lanzar su ministerio. Había un motivo primordial.
Jesucristo estaba por lanzar su ministerio; un
ministerio increíble que determinaría el destino eterno de cada persona que
había vivido o que viviría. El peso de su importancia, la necesidad de la
preparación personal, y la necesidad de tener el plan correcto lo presionaba.
Jesucristo tenía que estar preparado, como cada uno de
nosotros, Él debía estar preparado física, mental y espiritualmente
¿Cómo podía preparase así mismo? Había una sola forma:
estar a solas con Dios y sujetarse a Él; tenía que lograr un control completo
sobre su cuerpo y Espíritu. Tenía que apartarse totalmente del mundo, sin salir
del mundo.
Es esto lo que Jesús hizo. Fue “llevado por el Espíritu” a apartarse de
toda comida y de toda otra cosa.
Durante cuarenta días Jesús estuvo a solas con Dios. Su
actitud era totalmente honesta e intensa en cuanto al ministerio que acababa de
comenzar. ¡Qué ejemplo más clarificador!
Jesús oró; pensó; meditó en el consejo de Dios. Jesús
planificó. Era una misión tan importante la que tenía delante que toda la
presión y el trabajo y peso de la misma presionaban intensamente sobre Él.
A veces pensamos que tenemos mucha tensión, pero cuán
lejos estamos de padecer los padecimientos de Cristo.
Hebreos 5. 8. Y, aunque era Hijo, a través del sufrimiento
aprendió lo que es la obediencia.
Ya estaba Cristo preparado; durante cuarenta días con
sus noches había estado preparándose concienzudamente ya solo le faltaba una
cosa, un paso, para estar especialmente preparado. Debía vencer las
tentaciones.
Jesús ayunó y entonces fue tentado en el desierto.
Cuando una persona está careciendo de pan, cuando está en verdadera necesidad,
está soportando y venciendo la tentación que apela a los deseos de la carne, la
carne le pide alimento, pero el tentado, resiste.
Luego es llevado a la alta montaña (v.8) y Jesús es
tentado de nuevo. Allí fue la tentación que apela a la avaricia de los ojos.
Todo lo que veía Jesús lo podía obtener según el tentador. Pero Jesús estaba
preparado para vencer cualquier tentación.
Aún está, no fue la última tentación de Cristo. Satanás
le volvió a tentar por medio de Pedro, cuando éste quiso alejarlo de la cruz.
Jesús reveló lo que había detrás de la aparente preocupación de Pedro: “apártate de mí Satanás” Mt. 16:23
También Jesús
felicitó a sus discípulos cuando les dijo: “Pero vosotros sois los
que habéis permanecido conmigo en mis pruebas”. Lc. 22:28.
Jesús pasó por las
tentaciones más severas cuando estaba en el huerto de Getsemaní. Fue allí
donde Satanás hizo un gran esfuerzo por alejar a Jesús dela Cruz. Refiriéndose
a la experiencia de Jesús en Getsemaní, la Escrituras le dice a los creyentes:
“porque aún
no habéis resistido hasta la sangre, combatiendo contra el pecado”. He. 12.4, Lc. 22:44.
Debemos observar
cómo Jesús, siendo quien era, aprendió obediencia.
Hebreos 5.8. Y, aunque era Hijo, a través del
sufrimiento aprendió lo que es la obediencia.
A través del
sufrimiento
2 Co. 5:21. Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo
pecado, para que nosotros seamos justicia de Dios en él.
Estas pruebas de Jesús nos deben dar confianza. Hebreos
4.15—16. No tenemos un sumo
sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue
tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. 16 Acerquémonos,
pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar
gracia para el oportuno socorro.
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