domingo, 3 de febrero de 2019

DESPRECIADOS1

DESPRECIADOS1

La primera pregunta que nos debemos hacer es la siguiente:
* ¿Qué rechaza realmente la gente?
* ¿A quién rechaza la gente?
Debido a lo que predicamos, a lo que profetizamos, ( Lo que Dios nos dice a través de su Palabra) a mucha gente y en muchos lugares, es de esperar que mucha gente sean influenciadas y removidas por nuestros mensajes, pero solo una palabra describe la respuesta de ellos: ¡Rechazo! Y yo les pediría a los hermanos americanos, tanto del sur como del norte y centro, que tengan en cuenta que España es un estado especial. Aquí el rechazo es superlativo. Es un rechazo casi natural, porque la gente, por muchos años, no ha conocido más que lo que les han dicho y todo ha sido en contra de la reforma de alguna manera. Religiosamente son la mayoría analfabetos si en la verdad (la Biblia) nos basamos. Nadie sabe nada y lo que saben está amasado con tantas otras cosas, ajenas a la verdad, que viene a ser peor que si nada supiesen. Políticamente, tampoco, porque aprendieron que, por ninguno de los dos aspectos, debían interesarse.  No creáis que los cristianos somos apedreados cada día aquí; la situación es mucho peor: ni siquiera se nos tiene en cuenta en apariencia. Lo mismo ocurre con la iglesia católica que, si no fuera por las necesidades que los creyentes tienen las cuales les son satisfechas por la iglesia, a saber quién entraría en ella. Bodas, cada vez menos, bautizos, comuniones, misas de difunto, fiestas, romerías, procesiones, etc. Estas son las cosas que atrae a la gente a la iglesia. Y los “protestantes” son vistos por los que están en eminencia como gente peligrosa que son vapuleado desde los púlpitos. No estaría mal que se volviesen a evangelizar algunos países que fueron destacados en cuanto a la fe. Pero sigamos adelante con el tema.
Mirad, hermanos, el profeta Jeremías era oriundo de Anatot, sin embargo, como vemos en el capítulo 11: versículo 21, sabemos que los habitantes de aquel lugar buscaban matarle. Jer. 11:21 “Por tanto, así ha dicho Jehová acerca de los hombres de Anatot que buscan tu vida, diciendo: «No profetices en nombre de Jehová, para que no mueras a nuestras manos”. Pregunto: ¿Qué respuesta recibimos de parte de nuestros vecinos? ¿Alguna vez hemos sentido un rechazo parecido de los que nos oyen? Seguramente no, pero esto es solo porque no se dan las circunstancias. El ser rechazado para Jeremías fue solo el principio, el comienzo de sus dolores. Aunque estemos rodeados de gente que creemos nuestros amigos, solo alguno de ellos llegará a serlo realmente. En Jeremías 20: 10, el profeta se refiere a estos hombres de una forma satírica: “He oído lo que muchos murmuran: « ¡Terror por todas partes! ¡Denunciadlo, denunciémoslo!» Todos mis amigos esperaban que claudicara.
Decían: «¡Quizá se engañe, y prevaleceremos contra él y tomaremos de él nuestra venganza!” Jeremías sabe que sus enemigos están conspirando contra él. Hasta le parecía oírlos instándose a hacerlo. Igual que nos ocurre a nosotros. Creemos oír a unos u a otros lanzar sus acusaciones contra nosotros o contra los demás. Sería lamentable que esto lo exagerásemos. Jeremías lo sentía hasta de sus mejores amigos “Todos los hombres de mi paz”, aquellos que saludaba cada día, con saludos de paz—creemos que ellos están vigilando cada uno de nuestros movimientos, como esperando que demos un paso en falso para acusarnos. Esta desconfianza nunca es buena. Creemos que ellos piensan que, de alguna forma, podemos ser seducidos a cometer errores y creemos que no se van a detener ante nada. Creemos que están sedientos de daño contra nosotros, que somos unos entrometidos, que venimos a demostrar que están en el error y lo más terrible; en condenación. Y a veces nosotros de tenemos prohibido condenar en eso erramos en un intento  desafortunado de parecer mejores que ellos.
¿No le recuerda esto lo que Jesús enfrentó? Veamos un texto que ilustra lo que decimos:
Lo encontramos en Mateo 22:15—46
“Entonces se fueron los fariseos y consultaron cómo sorprenderlo en alguna palabra. 16 Y le enviaron sus discípulos junto con los herodianos, diciendo: —Maestro, sabemos que eres amante de la verdad y que enseñas con verdad el camino de Dios, y no te cuidas de nadie, porque no miras la apariencia de los hombres. 17 Dinos, pues, qué te parece: ¿Está permitido dar tributo a César, o no? Pero Jesús, conociendo la malicia de ellos, les dijo: —¿Por qué me tentáis, hipócritas? Mostradme la moneda del tributo.
Ellos le presentaron un denario. 20 Entonces les preguntó: —¿De quién es esta imagen y la inscripción? Le dijeron: —De César.
Y les dijo: —Dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios.
Al oír esto se maravillaron, y dejándolo, se fueron.
La pregunta sobre la resurrección
Aquel día se acercaron a él los saduceos, que dicen que no hay resurrección, y le preguntaron, diciendo: —Maestro, Moisés dijo: “Si alguien muere sin hijos, su hermano se casará con su mujer y levantará descendencia a su hermano.” Hubo, pues, entre nosotros siete hermanos: el primero se casó y, como murió sin dejar descendencia, dejó su mujer a su hermano. De la misma manera también el segundo, y el tercero, hasta el séptimo Después de todos murió también la mujer. En la resurrección, pues, ¿de cuál de los siete será ella mujer, ya que todos la tuvieron? Entonces respondiendo Jesús, les dijo: —Erráis, ignorando las Escrituras y el poder de Dios, pues en la resurrección ni se casarán ni se darán en casamiento, sino serán como los ángeles de Dios en el cielo. Pero respecto a la resurrección de los muertos, ¿no habéis leído lo que os fue dicho por Dios, cuando afirmó: “Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob”? Dios no es Dios de muertos, sino de vivos. Al oír esto, la gente se admiraba de su doctrina.
Entonces los fariseos, cuando oyeron que había hecho callar a los saduceos, se reunieron. Y uno de ellos, intérprete de la Ley, preguntó para tentarlo, diciendo: —Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la Ley?
Jesús le dijo: —“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente.” Éste es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas.
¿De quién es hijo el Cristo? Estando reunidos los fariseos, Jesús les preguntó, diciendo: — ¿Qué pensáis del Cristo? ¿De quién es hijo?
Le dijeron: —De David.
Él les dijo: — ¿Cómo, pues, David, en el Espíritu lo llama Señor, diciendo: “Dijo el Señor a mi Señor: siéntate a mi derecha, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies”? Pues si David lo llama Señor, ¿cómo es su hijo?
Y nadie le podía responder palabra; ni se atrevió ninguno a preguntarle más desde aquel día.
Los peligros de Jeremías trascendían a sus vecinos y amigos, lo mismo que los de Jesús y lo mismo que los nuestros. Dios informó a Jeremías de su propia familia que se levantarían contra él. Jesús nos dice lo mismo a nosotros. El Señor le advirtió diciéndole que aún si hablaban bien de él, no les creyera; exactamente igual nos dice Jesús a nosotros. Realmente es trágico que nuestros enemigos sean los de nuestra propia casa. Sin embargo, ¿lo sentimos así?
Mateo 10: 34—36. »No penséis que he venido a traer paz a la tierra; no he venido a traer paz, sino espada, porque he venido a poner en enemistad al hombre contra su padre, a la
hija contra su madre y a la nuera contra su suegra. Así que los enemigos del hombre serán los de su casa. Algunos, por estas palabras de Jesús, nos tachan de insociables, pero debemos guardarnos de que esto sea manifiesto. No estamos destinados a contender contra nuestros familiares, ni vecinos, ni amigos; solo por la verdad, pero contra nadie, sino contra la mentira. Es la mentira la que ha de ser confrontada por la verdad y debemos hacerlo de tal manera que nadie se sienta despreciado por nosotros, ni condenado por nosotros, sino por la verdad. Juan 12:46: Yo, a luz, he venido al mundo, para que todo aquel que cree en mí no permanezca en tinieblas. Juan 3:17: Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por Él.
Podemos ver también, Lucas 12:1—3. —Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía, 2 porque nada hay encubierto que no haya de descubrirse, ni oculto que no haya de saberse. 3 Por tanto, todo lo que habéis dicho en tinieblas, a la luz se oirá; y lo que habéis hablado al oído en los aposentos, se proclamará en las azoteas.
La Palabra nos alienta para que seamos verídicos y nos exhorta a tener valor y confianza: Lc. 12: 4—7. “Os digo, amigos míos: No temáis a los que matan el cuerpo, pero después nada más pueden hacer. 5 Os enseñaré a quién debéis temer: Temed a aquel que, después de haber quitado la vida, tiene poder de echar en el infierno. Sí, os digo, a éste temed.6 »¿No se venden cinco pajarillos por dos cuartos? Con todo, ni uno de ellos está olvidado delante de Dios, 7 pues aun los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis, pues; más valéis vosotros que muchos pajarillos.
No tenemos detalle más allá del que Dios reveló a Jeremías, pero cuando no nos atrevamos, ni siquiera a creer lo que nos digan los miembros de nuestra familia, halagándonos en cierta manera, como decía Jeremías: “Todos los hombres de mi paz”. Debemos saber que, no el que realmente ha hecho que sería algo normal, sino con el que pretenden haber hecho. Son días difíciles los que nos esperan. No son pocos los que dejan de predicar. No son pocos los que evitan hacerlo, aunque luego se presenten aparentemente con el trabajo hecho. Muchos con el corazón quebrantado, abandonan sus lazos con el pueblo de Dios. No pueden soportar la presión; y el motivo es solo, porque les acusa su conciencia.
Pero Dios nos dice: Lucas 6:22: Bienaventurados seréis cuando los hombres os aborrezcan, y cuando os aparten de sí, y os vituperen, y desechen vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del Hombre.
¡Qué advertencia más misericordiosa; podríamos decir! ¡Es inmenso nuestro Dios!
Los reinados de Joacaz y Joaquín fueron cortos en el tiempo, pero se describen así: “Hicieron lo malo ante los ojos de Dios”. Pero Jeremías seguía predicando a pesar de que estos cuatro reyes no dieron aliento al profeta de Dios 2 Reyes 23: 31—32, 36—37; 24:8—9, 18:20. Después de Josías, El único rey que se portó como un verdadero líder, fue
Joacim. Después dejándose llevar por la terquedad y el egoísmo equivocó su liderazgo. Hermanos, no nos vamos a parar en esto por más tiempo y vamos a seguir adelante.
Después de haber visto que Jeremías, a pesar de ser un hombre de Dios también le despreció los gobernantes de su época. Jeremías pudo ser quebrantado por Joacím y Sedequías por los problemas que con ellos tuvo; pero no lo fue.
Cuando pensamos en nuestras relaciones, muchas veces sufrimos, pues no nos parecen las adecuadas las que mantenemos. Pero Jeremías también fue despreciado por los demás profetas y sacerdotes del pueblo. Nosotros creemos que ninguna relación debería ser más estrecha que la “La comunión fraternal entre los cristianos”. Esta relación espiritual ha sido comparada con la de una perfecta familia: Isaías 43:3—7. Porque yo, Jehová, Dios tuyo, el Santo de Israel, soy tu Salvador; a Egipto he dado por tu rescate, a Etiopía y a Seba a cambio de ti. Porque a mis ojos eres de gran estima, eres honorable y yo te he amado; daré, pues, hombres a cambio de ti y naciones a cambio de tu vida. No temas, porque yo estoy contigo; del oriente traeré tu descendencia y del occidente te recogeré.
Diré al norte: “¡Da acá!”, y al sur: “¡No los retengas; trae de lejos a mis hijos, y a mis hijas de los confines de la tierra. Bendito sea el Señor. Veamos también Jeremías 31:1 »En aquel tiempo, dice Jehová, yo seré el Dios de todas las familias de Israel y ellas serán mi pueblo». Y Ezequiel 37:27: Estará en medio de ellos mi tabernáculo; yo seré el Dios de ellos, y ellos serán mi pueblo.
Y en el Nuevo testamento: 2 Corintios 6: 16—18 ¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Y vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: «Habitaré y andaré entre ellos; yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo.» Por lo cual, «Salid de en medio de ellos y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo impuro; y yo os recibiré y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor, Todopoderoso.»
Muchos hemos declarado que estamos más cerca de nuestros hermanos y hermanas, que de nuestras familias. Pero, desgraciadamente, en muchos casos no lo parece. Sin embargo, esta cercanía responde al propósito de Dios.
Ezequiel 11:14—20 Vino a mí palabra de Jehová, diciendo: «Hijo de hombre, tus hermanos, tus propios hermanos, los hombres de tu parentela y toda la casa de Israel, son aquellos a quienes dijeron los habitantes de Jerusalén: “Alejaos de Jehová; a nosotros es dada la tierra en posesión.” Por tanto, di: “Así ha dicho Jehová, el Señor: Aunque los he arrojado lejos entre las naciones y los he esparcido por las tierras, con todo les seré por un pequeño santuario en las tierras adonde lleguen.” Di, por tanto: “Así ha dicho Jehová, el Señor: Yo os recogeré de los pueblos, os congregaré de las tierras en las cuales estáis esparcidos y os daré la tierra de Israel. Volverán allá, y quitarán de ella todas sus idolatrías y todas sus abominaciones. Y les daré otro corazón y pondré en ellos un nuevo espíritu; quitaré el corazón de piedra de en medio de su carne y les daré un corazón de carne, para que anden en mis ordenanzas y guarden mis decretos y los cumplan, y sean mi pueblo y yo sea su Dios.
El Señor también nos ha prometido recogernos a nosotros; a todos los que permanezcamos fieles. Pero observar que Jeremías, por causa del propósito de Dios para su pueblo debió haber mantenido una rica comunión entre los profetas y sacerdotes; pero, no la tuvo. Y yo os digo, que no hay ruptura más dolorosa en relaciones, que la de aquellos que deberían ofrecer la armonía más celestial, más espiritual. Dios es nuestro Padre y deberíamos poder servirle junto con nuestros hermanos. Jeremías halló más dolor que afinidad entre ellos.
Él siempre fue franco y directo con ellos, desenmascaró la hipocresía de ellos; y le oímos decir: “…desde el profeta hasta el sacerdote, todos hacen engaño”. Él agobiaba el corazón de ellos diciendo: Jeremías 6:13 “…desde el más chico de ellos hasta el más grande, cada uno sigue la avaricia; y desde el profeta hasta el sacerdote, todos son engañadores”. Podemos ver también Jeremías 8:8 y 23: 11
Ya es malo cuando uno tiene que clamar contra la corrupción en su propio país, pero es especialmente desalentador, cuando uno ha de denunciar comportamientos extraños entre nuestros propios hermanos. Y, realmente, esto no se arregla con apartarnos de ellos o alejarnos de alguna manera. Los profetas y sacerdotes debieron estar al lado de Jeremías para defenderle y asistirlo de alguna manera, pero lo que hicieron fue hablar en contra de él ¡Qué dolor debió haber sufrido!
Al final todos rechazaron su mensaje. En el atrio de la Casa de Jehová, donde el aliento y la espiritualidad debíase haberse compartido, El profeta habló a representantes de todas las ciudades de Judá ¿Qué les habló? El tema central fue que Judá oyera la Ley del Señor y anduvieran en ella.
Dios les había amenazado por medio de Jeremías advirtiéndole a este: “No retengas una sola palabra”. Pero ¿Qué ocurrió cuando el pueblo recibió el mensaje de Dios, de castigarlos con oprobio como el de Silo? Sabéis que allí Jehová permitió la muerte de 30.000 hebreos. Mas lo que pasó fue que un grupo se confabuló en Judá contra el predicador de Dios. Los profetas, los sacerdotes y todo el pueblo prendieron a Jeremías, diciendo: “De cierto morirás”. Jeremías 26:8. Él ni murió ese día, pero vio una multitud de su pueblo pedir su muerte. ¿Hemos enfrentado alguna situación así, alguna vez? Debemos considerar la tristeza que encierra esta porción de las Escrituras. Si hablamos de parte de Dios en modo alguno, en casa a los amigos, a las autoridades, a colaboradores en el reino, a la población en general de nuestro país ¿cómo responderíamos si todos nos rechazaran? ¿Nos levantaríamos al día siguiente para servir y hablar nuevamente con ellos? ¿Lo haríamos días tras días, durante un año? ¿Nos mantendríamos haciéndolo por una década? Jeremías lo hizo por más tiempo que este. No debemos permitir que apague nuestro espíritu tal rechazo. No debemos atar nuestros pies, ni acallar nuestro discurso. Debemos evitar que se desvanezca nuestra preocupación por los que pueden perderse. Que el Señor, nuestro Padre, nos bendiga a todos.


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